Sancho y yo
nos sentamos a comer cabra asada que unos amables pastores nos ofrecieron.
Posteriormente me curaron la oreja con unas hojas especiales que poseían.
Llegamos a
un entierro, y justo cuando iba a partir, Rocinante huyó al galope en busca de yeguas.
Enseguida, salí en su ayuda porque estaba siendo apaleado por unos pastores,
los dueños de las yeguas. Al final, Sancho y yo acabamos apaleados, ya que eran
muchos nuestros rivales.
Buscamos un
refugio, y encontramos una venta, en la cual nos curaron, y al irnos a la
habitación, vimos al Harriero, con el cuál tuvimos una seria disputa. Pasados
los conflictos, seguimos con nuestras aventuras.
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